La mano
Fuentetaja, 7/02/2017
Ejercicio 1 del Taller de escritura creativa
— ¡Seré gilipollas, me he cortado! —Comienza a sangrar y me chupo el
dedo. Mientras voy a por una tirita me
doy cuenta de que soy bobo, me pongo a cortar un papel para envolver el regalo
de Marisa con unas tijeras y me corto. Además con mala suerte, tiene que ser en
la yema del anular zurdo, ¡El que me chupo!
Pobre mano, aunque no soy zurdo me ayuda en todo lo
que puede, casi siempre la utilizo para hacer cosas finas, delicadas y siempre
esta callada y observando, pues la diestra es más bruta, fuerte y extrovertida,
siempre está saludando a la gente. Por buscarle algún defecto: no tiene ritmo,
me es imposible lavarme la boca con ella, por más que lo he intentado.
Me ha salvado muchas veces, la última fue cuando en
la diestra me dio un dolor en el túnel carpiano, ese que tienes en la muñeca y
te duele por utilizar mucho el ratón del ordenador; coopero todo lo que pudo,
comencé a utilizar el ratón con la zurda y al principio era un desastre, pero
en un rato le cogió el truco y como si hubiera estado toda la vida. Estoy muy orgulloso de ella.
También se prestó voluntaria en la operación del
oído, de ese gesto le ha quedado una gran cicatriz en el dorso, que enseña muy
coqueta de vez en cuando. Me tuve que operar y necesitaban algo para unir el
“lenticular” y el “estribo”, dos huesecillos que tenemos en el oído al lado del
tímpano. Como en la mano derecha tenia puesta la vía, usaron un trozo de
arteria de la mano izquierda para unirlos, la pusieron cuatro puntos y estuvo dos
semanas enseñándolos a toda la familia.
Siempre está ayudándome y sacrificándose, discreta,
esperando para saltar y echar una mano. Incluso cuando estoy nervioso, es la
primera que me ofrece sus uñas para comérmelas o chupármelas, hay dos que las
tengo martirizadas: la del índice y la del anular. No sé el motivo de que sean
esas precisamente, pero siempre son las primeras, nunca me las he tenido que
cortar, siempre están al mínimo y muchas veces parecen liliputienses. A la
diestra para jugar al paddle le molestaba el anillo de casado y cuando se
esforzaba le salía una ampollita, pues de tanto dar la lata un sábado y otro y
otro, me hizo cambiar el anillo a la zurda y esta no dijo ni pío, lo lleva muy
honrada y hasta le gusta.
Ahora están
viejillas y con artrosis, pasan mucho tiempo abrazadas, contándose sus glorias
y sus penas. Ambas son fieles compañeras, aunque cada una a su manera.
José Luis
Un abrazo a ti que me has leído.
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