— ¡Pues me
voy! que se ha creído que me va hacer esperar toda la tarde -mira un poco
enojada el reloj- son ya las cinco y media y aún no ha llegado.
Se estaba
poniendo nerviosa. Se había puesto el vestido azul que tanto la favorecía,
con escote por la espalda, y corto que con los zapatos de tacón la hacían
las piernas muy largas.
—Voy a
llegar tarde, esto de no saber bien las calles es doloroso. Me había creído que
estaría cerca pero son ya las cinco y media y me faltan cinco minutos aún por
llegar, ¿Me estará esperando? Si no llega a ser por la florista, que se
ha enrollado conmigo ya estaría allí.
Esto se
estaba diciendo Flavio, andando muy deprisa y con un ramo de flores en la mano,
todo rosas rojas envueltas en papel transparente y con un lazo amarillo.
Como sorpresa final llevaba también una pulsera de fantasía, que pensaba
dársela para seducirla. Se había puesto una camisa blanca, con pantalones azul
marino.
La vio de
lejos y escondió el ramo para que no lo viera hasta que estuviera cerca.
— Mira ya
viene, está buenísimo, —pensaba María, mirando para otro lado como si no
se diera cuenta. El ramo es precioso, ¿Sera tonto y ahora que hacemos con el
ramo? ¿Pues vaya idea? pues me sigue gustando...
— ¡Hola, ya
estoy aquí! Me he liado con las calles ¿Llevas mucho tiempo esperando?
—Sí, un buen
rato. —Exclamo María un poquito seria pero sonriendo con los ojos.
—Estas
preciosa, toma. —y le da el ramo de flores—.
—Muchas
gracias, —las huele- son preciosas, —exclama María y con movimiento rápido le
da un beso en los labios, pillándole desprevenido.
—Gracias a
ti, pero la próxima vez avisa y me preparo.
Ella le mira
seductora, se ríe y comienza a andar dándole la espalda. — ¿A dónde vamos?. —
le dice con una sonrisa—.
—Fabulosa,
me perdería recorriéndola -dice Flavio-.
—Que dices,
no te entiendo.
—Tu espalda,
es preciosa. Si continúas así me volverás loco.
Tomaron un
taxi y fueron a la Torre Eiffel y subieron hasta el piso 30, tenía una mesa
reservada a nombre de Corleone. Se veía todo Paris. Entre las estrellas, las
luces de los edificios y los coches, una noche maravillosa.
Estuvieron
charlando y contándose que estaban estudiando en Paris. Se lo estaban pasando
en grande.
—He
reservado en el restaurante de la Torre una mesa para dos, ¿te apetece? y
después he reservado unas entradas para ir al teatro ¿te gustaría ir?
—De acuerdo,
me dejas sin palabras, no se lo esperaba. —pero la gusta mucho, sobre todo la
sorpresa.
Terminaron y
se fueron andando por las calles hasta llegar al teatro donde
representaban la opera . Subieron al palco y nada más sentarse se
quedó extasiada, y cuando se levantó el telón Flavio la cogió de la mano,
y así vieron la obra.
Cuando iban
a salir del palco, sin mucha prisa, Flavio se la quedó mirando, la abrazo y
suavemente la beso.
Salieron e
iban callados, el rodeándola con el brazo por la cintura, ella acurrucada en su
abrazo dejándose llevar.
— ¿A dónde
vamos? — le pregunto María.
—Me tienes
suspirando por ti toda la noche, ¿Me dejas
volverme loco contigo?.
Ella se
acerca, le besa y dice en un susurro —Si—
— ¿Qué has
dicho?
—¡Que sí, bobo!.
Un abrazo a todos mis lectores.
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