lunes, 26 de mayo de 2014

Proyecto de mayo: Lo inverosímil

Este mes nos enfrentamos al "más difícil todavía", señores. Por mayoría de votos toca hacer el ejercicio titulado Lo inverosímil. Veamos pues las bases.

1. Se trata de escribir un relato rompiendo de alguna manera las reglas narrativas, donde primará lo inverosímil e incoherente. Y tal como rezaba la propuesta de nuestra compi, si el final es ridículo (del tipo Deus ex machina), mucho mejor.
No es fácil escribir un relato así, aunque en un principio lo parezca, así que os sugiero que antes de empezar os documentéis y busquéis relatos similares para ver cómo están desarrollados.


 El chupito


Mercedes desea a toda costa tener un hijo, ha tenido novio con derecho a roce durante cuatro años, dos de ellos viviendo juntos, pero al final han podido más las discusiones que el cariño y el amor. Es una chica corriente con treinta años y trabaja de cajera en un centro comercial, está decidida a realizar la "inseminación artificial" con donación de un banco de esperma, pero después de ir a varias clínicas y preguntar le sale carísimo, y como no tiene dinero para pagárselo se le ha ocurrido practicar una “inseminación natural”.

Ni corta ni perezosa, publica en el muro: “Quiero tener un hijo, necesito voluntarios. Deberán tener > 25 y < 40. Medir > 1,80. con ojos claros y mucho pelo. Los elegidos deberán de hacer las prácticas los lunes, miércoles y viernes. Lugar de encuentro el Vips de la esquina de Serrano con Príncipe de Vergara de Madrid, a partir de las 8 de la tarde del lunes 26 de mayo. Pondré en mi mesa dos rosas y preguntar por anónima. Porfa pasarlo, estoy desanimada.”.

Mercedes está muy inquieta, ha pedido el día 26 de vacaciones. Quedan cuatro días para la cita y ya ha ido dos veces a la peluquería, otras dos a esas tiendas de “Nails Secret” donde te dejan muy bonitas las uñas por pocos euros; incluso se ha arreglado las uñas de los pies. En su centro comercial, que la hacen descuento se ha comprado un vestido cortito y unos zapatos con plataforma no muy altos de un color rosa pálido.

Comienza el día 26 mirando en el muro y tiene "a 856 personas les gusta esto" y 69 comentarios y se entretiene en leerlos, unos son cariñosos y otros la mayoria groseros, muy groseros. Por la tarde se va a la peluquería, compra en la floristería del mercado dos rosas blancas y va al Vips. Llega justo y se sienta en una mesa cerca de la entrada. Deja  las rosas, e intenta leer.

Le es imposible concentrarse, mira a todas las personas que entran, las observaba con mucho detalle hasta que  se sientan . Al cabo de un buen rato, le llama la atención una abuela con pelo corto blanco que entra. Vestida con colores alegres, collares y pulseras que da un aspecto juvenil. La abuela está mirando a todas partes, como buscando a alguien y se fija en Mercedes y en sus flores, avanza con paso decidido hacia ella.

Mercedes aguanta la mirada y espera.

—Hola, ¿Eres anónima?
—Sí, ¿Viene por lo del anuncio? —Mercedes lo dice muy bajito, con miedo a que diga que sí.
—Pues sí, ¿Puedo sentarme? el caminar me cansa mucho.
— ¿Quiere tomar algo la señora? —pregunta el camarero que se ha acercado silenciosamente.
—Un café descafeinado en taza, con sacarina, poco café y lecre desnatada templada, por favor. —responde la abuela.
—Ya me dirá. —respira a fondo Mercedes.
—Sí, hija. ¿Por cierto cómo te llamas? Yo me llamo Natalia.
—Mercedes.—acompañandolo de un suspiro.
—Pues mira Mercedes, mi nieta es la que me ha leído tu anuncio, y a mí se me ocurrió que te podía ayudar.
— ¿Cómo? —recelaba Mercedes.
—Si mira. Mi Antonio que en paz descanse era muy fogoso, bueno tú ya sabes lo que quiero decir, y cuando celebramos las bodas de oro se le ocurrió rellenar cinco vasos, de esos de chupitos, con su líquido. Bueno aunque nos costó mucho llenarlos, los dos primeros fueron fáciles, pero en los otros y sobre todo el último me tuve que emplear a fondo para poder casi llenarlo. Luego para que no se estropearan los tapamos con un plástico y los metimos en el congelador y allí se quedaron.
— ¿La leche, cuantos años tendría su marido? —Mercedes estaba muy intrigada pues aun no sabía cómo podría ayudarla, en lo suyo.
—Pues bastantes, mira Mercedes, ahora tengo noventa y dos y hace por lo menos veinticinco que he enviudado, pues mi Antonio tendría setenta. Ya sabes que en aquellos tiempos nos casábamos muy jóvenes. El acababa de volver del ejército, estuvo cuatro años destinado en Ceuta. Bueno a lo nuestro, hace poco mi nieta dio una fiesta en mi casa con sus amigos y uno de ellos no se dio cuenta y utilizó tres de los chupitos como si fueran cubitos de hielo en la ginebra.
—No me diga, ¿Sabia bueno?
—No lo sé, creo que ni se enteraron, pero bueno yo te doy gratis los dos que quedan, dime dónde y te los lleva mi nieta metidos en una neverita para que no se estropeen y conserven todas sus propiedades.
—Me deja perpleja, es lo último que podría pensar. ¿Cómo era su marido? Lo digo para saber cómo puede salir el niño, claro. — Comenta, mientras busca en su bolso papel y lápiz.
—Pues era de ojos verdes preciosos, sobre los cuarenta comenzó a perder pelo y a tener un poco de panza, pero era alegre, bondadoso, muy cariñoso y que sepas que tuvimos doce hijos. —Mercedes está escribiendo y se le nota la cara de satisfacción.
—No te preocupes, luego en casa los dejas descongelar o los metes al microondas y con una jeringuilla te la metes como si fuera un tampón y te haces tú misma la inseminación.
—No sé, no sé. —Lo veo complicado, pero si me ayuda su nieta lo podriamos hacer.
—No pierdes nada, mira dame tu dirección y se lo digo a mi nieta es enfermera y trabaja en la consulta del necrologo. Está acostumbrada a esas cosas.
—¡Vale!


Un abrazo adictos


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viernes, 25 de abril de 2014

Proyecto de abril: El personaje


El personaje.

Más que características físicas o psicológicas vamos a trabajar con un personaje y una situación, para que haya más libertad creativa. Los candidatos son:

-Ramón: un tanatopractor a punto de jubilarse.
-Isabel: una adolescente en su primer día de instituto.
-Gálivich: un troll que vive debajo de un puente.



Isabel: una adolescente en su primer día de instituto.



—Date prisa hija, no vas a llegar.
—Si mama, solo tengo que cruzar la calle. Respondía Isabel, muy tranquila.
— ¿Quieres que te acompañe, es tu primer día?
—No gracias, se ir sola. Ayer me acerque otra vez hasta la entrada. El Instituto de San Isidro, es muy antiguo, fíjate que estudio Lope de Vega, he leído todo sobre él y me parece un lugar con ángel. He entrado el viernes pasado para poder disfrutarlo. Mañana será mi primer gran día. —Le comentaba Isabel a su madre.
Madrugó, desayunó y se arregló para ir bonita. Su madre estaba a su alrededor ayudándola, recordándola lo que debía hacer.
—Mama no te preocupes, solo voy al instituto, —repetía Isabel una y otra vez.
—Si lo sé, pero eres tan... —no terminó la frase y ya estaba abrazándola y llorando. —Hija, ten cuidado.
—Sí, mama. He llegado hasta aquí y veras como termino el curso. —entre sollozos, Isabel logra salir de casa, dejando a su madre muy nerviosa, sabiendo que está observándola por la ventana.
Isabel, vive muy cerca del Instituto. Sale del portal y gira a la derecha, anda por la acera muy pegada a la pared de la calle San Bruno y llega a la calle Toledo, enfrente del Instituto. Lo nota por todos los poros de la piel, algo hay en el Instituto. Cruza por el paso de cebra y se acerca lentamente, nota un frio extraño y excitante cuando entra, baja un peldaño y a través de unas verjas metálicas pasa al patio interior, porticado. El camino hacia su clase ya se lo sabía. Sube un piso y a pocos metros de la clase nota mucho bullicio, al entrar se hace un gran silencio. Fueron unos momentos angustiosos y terribles. Isabel perdió la concentración y comenzó a moverse entre las mesas, tropezando y dando empujones a los compañeros. No encontraba una mesa vacía.
— ¡Siéntate a mi lado!, —le dijo una voz grave y alegre a su izquierda. — Me llamo Jonás, ¿Cómo te llamas?
—Isabel, gracias, —Isabel estaba muy nerviosa. Le dio un salto la tripa, y como pudo se sentó. Dejo la mochila en la mesa y cerró el bastón.
La clase comenzó a animarse, nadie se acordaba ya de la nueva. De repente sonó el timbre de comienzo de la clase y entró el profesor: bajo, gordo, próximo a la jubilación, con aspecto de bicho malo. La clase comenzó a bajar la voz hasta que se hizo el silencio.
— ¡Buenos días! Me llamo Don Teodoro y soy su profesor de Filosofía, esta asignatura es cuatrimestral, espero que la estudien, pues sentiría mucho tener que suspenderles.
Y continuó hablando, pero Isabel ya había desconectado y estaba pensando en Jonás, “¿Cómo sería? Olía a jabón 'Heno de pravia', ¿Seria moreno o rubio, alto o bajo?  Hasta que no terminara la clase no lo sabría. ¿Sería guapo? tenía que tocarle la cara para saberlo, ¿Se dejaría?".
En eso que movió una mano y se le cayó el bastón blanco al suelo, abriéndose cuan largo es y haciendo mucho ruido. Isabel se puso colorada.
— ¿Señorita, como se llama? —preguntó Don Teodoro.
—Se refiere a mí, —respondió Isabel después de un breve silencio.
—Claro, a usted. ¿Cómo se llama?
—Isabel Rodríguez.
—Bien Isabel, ¿Que les estaba diciendo? ¿Me lo puede repetir, por favor?. —En ese momento se le puso a Isabel la carne de gallina y los pelos de la nuca de punta. No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Pero algo tenía que decir.
—Bueno, estaba usted diciendo... —Comenzó a sonar el timbre de finalizar la clase y todos empezaron a cerrar los cuadernos.
—Isabel, la campana la ha salvado, la próxima vez la castigaré por no atender en clase.
—Gracias. —No sabía por dónde meterse. Notaba que las orejas y las mejillas las tenía encendidas.
Cuando quiso darse cuenta se había quedado sola. Recogió la mochila y busco la salida. Instintivamente giro a la derecha y continuo pensando en la suerte que había tenido con la campana. De repente se dio cuenta que no sabía dónde estaba, tenía que haber llegado ya al patio; pero estaba en un corredor muy silencioso, continuó despacio, pasó por varias puertas que estaban cerradas y por una escalera. Cuando estaba a punto de bajar por la escalera le vino un aroma inconfundible, Jonás estaba cerca, no se equivocaba. Siguió su rastro, llegando a una puerta que estaba medio abierta. Dudo un momento, no sabía si sería correcto sorprender a Jonás o se podía equivocar y ser otra persona. Se dio la vuelta para bajar por las escaleras cuando alguien la toco en el hombro.
—¿Isabel, que haces por aquí?
—Hola, —era Jonás. —Me he perdido.
—Ven, dame la mano, vamos al patio.
El corazón se le acelero, las manos de Jonás eran muy suaves, tenía miedo de que oyera como bailaban sus rodillas, no se cayó por las escaleras de milagro y se unieron con los compañeros en el patio. Estuvo todo el día con Jonás que hacía de cicerón, la enseño como ir al bar, a la clase de prácticas, a las aulas de conferencias y a perderse por los corredores.
Cuando acabaron las clases, se despidieron. Isabel iba muy contenta y volvió por la misma calle de San Bruno, su madre la estaba esperando.
—¿Que tal lo has pasado, Isabel? ¿Qué tal los profesores?
—Mami, ha sido el mejor día de mi vida. ¡Fantástico! y he conocido a un chico maravilloso, aunque aún no sé cómo es.


Un abrazo a todos los adictos.



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miércoles, 26 de marzo de 2014

Proyecto de marzo. Fase 2 Desarrollo por autor diferente

Fase 1

-El primer paso, y para poder participar en el relato final, será escribir una escena muy breve, que posteriormente desarrollará un autor diferente.
-Será de género libre.
-Máximo 100 palabras.
-El día 12 de marzo habrá que enviar la escena al correo de adictos.escritura@gmail.com

Mi fragmento (lo que he mandado para que lo escriba otr@):

Pedro que tiene un perro muy grande, tan grande que pesa setenta kilos. El perro es un San Bernardo precioso, simpático e inteligente; siempre está meneando la cola y cuando te ve y te reconoce se le nota en la cara. Te chupa y restriega su cabeza por tu pierna que da gusto, ni fuerte ni floja. Cuida de la casa, no deja pelo en los sillones, no se mea ni caga en casa. Bueno una delicia de perro, pero tiene un gran defecto.


Os recuerdo las normas del ejercicio. En base al fragmento que os haya tocado tendréis que desarrollar vuestro relato, respetando íntegramente el texto de encabezado del otro autor (lo único que podréis cambiar, en el caso de que suceda, son las posibles erratas, pero no podréis cambiar palabras ni frases).




Fase 2

Me ha tocado:

Plena noche, la oscuridad era casi absoluta de no ser por la mísera farola de la esquina que estaba a punto de cruzar. Ni siquiera la luna estaba allí para romper la oscuridad que bañaba las calles. Sus zapatos de tacón avanzaban velozmente por la calle adoquinada, el sobretodo negro que llevaba puesto no era suficiente abrigo para la solitaria y fría noche. Todo parecía demasiado tranquilo, salvo por el andar de aquella mujer. Pero una noche tranquila y oscura rara vez traía algo bueno. Y esa noche no parecía una ser una excepción para aquella desafortunada mujer.
De Stefy



<<Demasiada oscuridad, el corazón se me sale fuera, le estoy oyendo acercarse, ya no puedo más, se está acercando. ¡Ya, ya está aquí! ¡Espera y veras como me dejes respirar!>>  pensaba mientras corría por el callejón.
— ¡Quieta, estate quieta, no corras! —mientras decía esto el extraño la sujetaba por los brazos, zarandeándola.
— ¡Déjame, ah! —no se estaba quieta, le quería morder, pisar, arañar al mismo tiempo. Estaba esperando su  momento. — ¡Déjame, socorro!  —Se puso a chillar como una endemoniada — ¡Aquí, Ayuda!.

El extraño, soltó un momento un brazo y le dio una buena bofetada. La mujer se quedó parada, con unos ojos como platos mirándole; se estaba cabreando. Y se puso a moverse y chillar más alto. Este volvió a darle otra bofetada, casi la deja sin sentido. — ¡Estate quieta! como vuelvas a chillar te rompo la cara ¿Me entiendes?.

La mujer no sabía qué hacer, movió la cabeza afirmativamente. <<Como te descuides te vas a enterar, ¡cabrón!>> Mientras pensaba esto continuaba moviéndose, tenía la espalda apoyada contra la pared y enfrente de su cara la del extraño, se cubría con una media que le desfiguraba los rasgos, incluso se había pintado la cara. No era muy alto, y fuerte tampoco, pues ya no le apretaba como antes.
De lejos oyeron unas voces —¡Que pasa! —decían unos chavales asomándose al callejón. El extraño ladeo la cabeza un segundo, que basto para que ella le diera tal rodillazo en los huevos  que le dejo sin aliento, este se separó un poco para tomar aire y ella volvió a darle una patada en la rodilla. —¡puta! —balbuceo el extraño; cayendo al suelo.

Antes de irse corriendo y dejarlo,  en un golpe de curiosidad y valentía se le acercó y tiro de la media para verle la cara, quedándose de piedra. — !Reme!, ¿Qué haces aquí? ¿Qué me querías hacer cabrona?. —Se dio la vuelta y salió del callejón.
Se quedó patidifusa, no sabía qué hacer. Remedios, su ex había intentado pegarla. Hace dos años era su mejor amiga y habían vivido un año juntas, pero desde que había conocido a Juan lo habían dejado. <<Nunca me lo ha perdonado, pero de eso a pegarme, hay un abismo>>.

Vio un bar y fue hacia el  para tomarse una copa y serenarse. Se sentó en una mesa desde donde veía toda la calle, incluso el callejón. No comprendía ese arrebato de Reme, siempre tan tranquila, serena y divertida,  cualidades que a ella siempre la habían gustado. No lo entendía.

De repente, los cabellos de la nuca se le erizaron, Reme salió cojeando del callejón y se dirigía al mismo bar en donde ella estaba. No sabía qué hacer, si esconderse, quedarse, o salir corriendo, pero en ese momento de duda se cruzaron sus miradas…, expresaban ternura, cariño, odio y dolor, mucho dolor. Se quedó de piedra esperando a que llegara.
—Hola, —dijo Reme sentándose en la misma mesa. Continuaba mirándola a los ojos.
— ¿Por qué?   
—Me dejaste. Dijiste que me querías…—decía Reme, con voz dolorosa y cansada.
—Es verdad, pero poco a poco nos hemos ido distanciando, y ha bastado un año para enfriarnos.
—¡No!, yo te quiero aun. Me estoy volviendo loca, ¿Qué he hecho mal?
—Tengo que ser yo tu otra mitad, tu universo, tienes que respirar por mí y no tienes que decirme que todo lo hago mal, despreciarme y siempre sacarme los defectos pues tú también los tienes ¿Lo sabes?
—Te quiero —Reme, no sabía a donde mirar y hacia grandes esfuerzos por aparecer tranquila
—Yo no, ya me he librado de ti. En este año me he dado cuenta de todo y además Juan, me da todo lo que tú me has negado.
—¡Me mataré!. —diciendo esto Reme, sacó una navaja de los pantalones, la abrió y se pinchó en el estómago.
—No tienes huevos, Reme, lo dices para asustarme —Nada más decir estas palabras Reme, se hinco la navaja en el estómago hasta el fondo y continuo cortándose. —Ves como si los tengo.
—¡Que te pudras, cabrona!  —diciendo esto se levantó y salió a la calle a respirar.

Un abrazo adictos.






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martes, 25 de febrero de 2014

Proyecto de febrero: La primera frase




El ejercicio consiste en que cada autor tendrá que seleccionar la primera frase de una novela (NO el primer párrafo entero) y a partir de ella desarrollar su relato. El relato deberá ser completamente distinto a la idea de la novela original. No se trata de hacer un resumen de la novela sino una nueva versión, utilizando esa primera frase como entradilla.

Miguel de Cervantes

El Quijote





En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que estaba un caballero de lengua larga, zapatos sucios y sin coche.
— ¡Esto no puede ser, me ha dejado plantado!
José estaba muy enfadado por todo lo que había pasado. Solamente había dicho “¡Para! que me bajo” y María había parado y se había ido.
Así pensaba mientras daba vueltas en la rotonda de la salida de Ocaña hacia Cabañas de Yepes, en plena castilla. Estaba el sol en todo lo alto y continuaba dando vueltas como si estuviera en una noria, esperando que María volviera; pero no aparecía por el horizonte.
Buscaba una sombra, pero solo había la que daban las olivas; comenzaba a notar el calor del sol.
Todo empezó por una rotonda:
—Pero hazme caso, es por la primera salida. —Y María continúa y se va por la segunda.
— ¡No me haces caso, eres como tu hija! —dice José, poniéndose nervioso y dando a su voz un matiz de ironía.
—Que le pasa a mi hija, el que eres cabezota eres tú. —Así contesta María, peinándose con la mano los rizos que le caen sobre la frente.
— ¡Yo, pero si siempre haces lo que quieres conmigo, lo que me faltaba!
Se hace un silencio incomodo, solo se oye el ruido del motor. Se ve una indicación que dice “Yepes 40”.
—Ves por aquí no es, te has equivocado, si ya lo decía yo, no hay quien pueda contigo. ¡Haz lo que quieras! —decía José, cruzando las piernas.
—Por aquí también se va, de que te quejas.
—Si damos la vuelta por Roma también llegamos, pon las dos manos al volante, encima tendremos un accidente.
—Siempre mandando, cállate majo. —María estaba subiendo el tono de voz, pues se estaba cabreando.
— ¡Qué me calle, pero si no abro la boca! tenías que ir por la derecha y vas por donde quieres.
—Pero si estas siempre hablando, no paras. —responde María con ironía.
— ¿Me estas llamando bocazas?
—Si tú lo dices, cariño. —le responde.
—Encima recochineo, eres tú la que no me hace caso nunca, te pareces a tu hija.
— ¿Qué tienes contra la niña, no la entiendes?
—Como que no la entiendo, pero si hace lo que quiere, a ver si se larga de casa de una vez.
—Que mal padre eres, solo tiene 35 años, a donde quieres que vaya, aún no ha amueblado su casa.
—Claro, luego las sabanas y los cubiertos, pero va siendo hora de que se marche.
—Así quieres a tu hija, ya verás cuando se entere la pobre.
En eso que llegan a otra rotonda y comienzan a chillarse.
—Aquí tienes que dar la vuelta por completo para volver por donde hemos venido
—No, si vamos por la derecha llegamos antes
—Que no, vuelve. —y María gira por la derecha.
—No te aguanto, ¡para el coche que me bajo! no ves que te equivocas
Ella tranquilamente va parando el coche y se detiene. —Venga bájate. —no se lo cree, pero por no dar su brazo a torcer abre la puerta y se baja. Cerrando con un portazo.
María le hace una señal con el dedo corazón y se va.
“Veo venir un coche allí a lo lejos, seguro que es ella. No sabe ir a ningún sitio sin mí. Seguro que se ha perdido y en la siguiente rotonda ha dado la vuelta”.
Pensando esto se levanta, se quita el polvo y se pone en el arcén esperando al coche. Poco a poco se acerca a toda velocidad y pasa sin detenerse.
“Pues no, no es mi María, ¿Dónde estará?”.

Un abrazo adictos.



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