¡Chilla como una loca!
¡Ring,
Ring!
—¿Quién
es? —chillo desde la cama. « ¿Quién será
a estas horas de la mañana? ».
¡Ring,
Ring, Ring!
—¡Ya
va! —Me arrimo a la mirilla y veo a tres hombres uniformados —. ¿Quién es? —Vuelvo
a chillar.
—¡La
policía . Abra, por favor!
¿Dónde tengo las llaves?, me están pidiendo que
abra y no las encuentro. Las deje en la
mesita, voy por ellas.
Les
abro la puerta con mucho miedo, pues últimamente hay muchos atracos por el
barrio, pero estos parecen policías auténticos. Joder, como está el moreno.
—¿Qué
quieren?
—¿Trinidad
Fernández? La tenemos que llevar a la comisaria, han puesto una denuncia contra
usted.
—¿Por
qué? — les pregunto con mala leche.
—Por romper
el silencio nocturno y alborotar en casa —dice el moreno, muy serio.
«No
me lo puedo creer ¿Yo, alborotar? ».
—Se
han equivocado, vivo sola.
—La
vamos a detener y a llevar a la comisaria —El moreno la coge del brazo y se la
lleva en bata.
—¡No!
No puede ser —¡Qué me vais a detener! ¡Cabrones! —Os habéis confundido. «¿Quién
puede quererme tan mal ? ¿Qué me está pasando? Me lleva la policía detenida.
Con cuarenta años y ya en la cárcel. ¿Por qué?
¡Ya sé! La Beba, será cabrona. Mira, si está en la ventana viendo como
me llevan, la muy guarra ».
—¡No
me empujen! Que puedo sola.
«Vaya coscorrón que me he pegado con la puerta
del coche. Pero la Beba no puede haber visto nada, lo he hecho con las luces
apagadas, en silencio; bueno, un gritito he pegado, pero no era para tanto. Es
imposible, lo tenía todo planeado, como vivo sola no molesto a nadie y puedo
hacer lo que quiera ».
Me
acuerdo que todo empezó en un programa de radio, hablaron de películas y una en
concreto de Alfred Hitchcock : "El hombre del Sur" ; uno que apostó
que encendía el Zippo diez veces por un
coche de lujo a cambio del dedo meñique, y perdió.
«Voy
a repetir la apuesta y ganarla».
« ¿Cómo
lo voy a hacer? Ya sé, con el Zippo que me regalaron por mi cumpleaños. ¿Qué me
puedo jugar? Un pellizco en la tripa, y ponerme veinte pinzas en una oreja. Hacerme
la cera allí abajo, pero tirando, me da corte decirlo; lo voy a decir chillando».
—¡Hacerme
la cera en el chichi y tirar!
«Ya
lo he dicho, me he quedado a gusto, voy a ganar mi apuesta. Para ponerle más
morbo me voy a dar un poco de nívea en las manos. Estoy contentísima, voy a
ganarle a Alfredo».
Y dicho y hecho, en la mesa camilla del salón he puesto el mantel como recordaba en la peli y el Zippo. Me duché y me puse la ropa más provocativa que tenía, estaba sola, que más daba. El liguero de tul y terciopelo que me regalo Mariano, la combinación negra transparente que me regalo Felipe (sin sujetador) y los zapatos de súper tacón que me compré en Navidad.
Para dar ambiente busqué en YouTube “música de terror” y me salió una música de pablokro, y la puse a todo volumen.
No me
quería sentar, así que cogí el Zippo y comencé a encenderlo.
¡Zas¡
y no funcionó la primera vez.
¡Zas!, ¡Zas!, ¡Zas! ¡Zas! Cinco veces, me paro y respiro.
¡Zas!, ¡Zas!, ¡Zas! ¡Zas! Cinco veces, me paro y respiro.
¡Zas!
Continúo, y en la sexta noto que se me escurre el Zippo, me pongo nerviosa y
pienso que me he pasado con la nívea de los cojones.
¡Zas! Siete.
¡Zas! Siete.
—¡Coño!
Casi se me escapa.
¡Zas! Ocho.
¡Zas! Ocho.
—¿Por
qué habré sido tan bocazas?
¡Zas!
Nueve, y casi se me escurre de las manos.
No
podía ser, era una tontería de nada y me estaba poniendo nerviosa. Me sequé de la frente el sudor que tenía.
¡Clink!
Diez.
—¡Coño,
joder! Se me acaba de caer el cabrón del Zippo. ¡He perdido! Una cosa que me
parecía tan fácil, la he complicado y he perdido. Ahora tengo que cumplir, y
eso de despellejarse tiene su miga.
« Ya sé, me daré solo en un lado. ¡Ni de coña! Bueno, solo un poco arriba, como si fuera una mancha. ¡Soy gili o qué! ¡Ya se! Con unas pinzas me cojo un pelo y tiro, y luego chillo como una loca»
Un abrazo a todos los adictos, y a mi correctora Pato.
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