lunes, 25 de febrero de 2013

Proyecto de febrero: Fuera de lugar

  Se trata de describir una escena en la que tendremos que incluir varios elementos que no tendrán nada que ver con el tema tratado, entre varias elijo:
Un asalto a mano armada. Elementos fuera de lugar: un cachorro, un globo y un payaso.




El Globo

Estaba llorando en un rincón.  No sabía por qué pero le dolía mucho el pecho. Tenía una tos muy trabajada y, de vez en cuando —la mayoría de las veces—,  escupía sangre. Recostado en la pared y mirándose al espejo parecía una piltrafa, arrugado, sin afeitar de varios días, sin lavarse, era ya un cadáver.
Se acordaba de otras veces cuando se miraba al mismo espejo con el traje de galones de plata y oro.  La chaquetilla muy corta y justa, adornada de lentejuelas de color oro. Con  las medias, las zapatillas, la taleguilla -tan ajustada que te comprime los huevos muchísimo-  ajustando los machos y el fajín. Pero eran otros años.
Después de pintarse la cara de blanco y ponerse unos dibujos en los mofletes, se cubrió con una chaqueta verde, unos pantalones rojos que le quedaban grandes sujetos con una cuerda y un sombrero de papel. Los zapatos verdes le estaban grandes.
    ¡Manolo, estás preparado! —le pregunta  María, su mujer.
—Sí, pesada, ya voy —le contesta Manolo, dirigiéndose hacia la puerta.
—A ver, déjame que te vea —exclamó Manolo—. Estas guapísima, vas a ganar el concurso de disfraces. Ese disfraz de cachorro te esta precioso, la cara tan bien pintada y esas orejas te pareces a un dálmata.
—Déjalo ya, vamos a repasar las cosas —le decía María con cara de pena, al mismo tiempo que se sentaba en el sillón—. Seguro  que se nos olvida algo.
—Llegamos juntos a la frutería —comenzó a recitar Manolo— Paso primero, y comienzo a decir tonterías y tú vas hacia el mostrador donde esta Matilde, allí están los plátanos, le digo que quiero un kilo, tu das la vuelta por el otro lado y la sacas el cuchillo.
—Fenomenal ¿y si hay alguien?
—Pues esperamos.
—¿Cómo llegamos hasta la frutería?
—Pues andando, vamos que está aquí en la esquina y es imposible que nos reconozcan —le dice Manolo con cara muy seria.
Era ya bien entrada la tarde, un febrero bastante desapacible, pero no tenían frío. Su atrevimiento les daba fuerzas y les temblaban las piernas. María había cogido un cuchillo de la cocina de un palmo de largo y Manolo llevaba una pistola de cuando hizo la mili. Desde entonces no la había utilizado, pero solamente —se dijo— la llevaba para asustar.
Se cruzaron con varios vecinos que no les reconocieron y, a cada paso que avanzaban, les parecía que se alejaban más de la frutería. Iban en silencio, cada uno pensando es su papel. Por fin llegaron, miraron hacia dentro y al ver que solo estaba Matilde entraron.
Primero Manolo.
—Hola, ¿Qué tal? ¿Cómo están ustedes? —comenzó a decir al mismo tiempo que se acercaba al mostrador haciendo muecas como un payaso.
—Hola, ¿que desean? —contestó Matilde con una sonrisa, al verles llegar así disfrazados.
Al mismo tiempo María daba la vuelta al mostrador.
—¡Un kilo de plátanos! —le dijo en voz alta Manuel, para atraer la atención de la dependienta.
María, en un momento, se acercó a Matilde por su espalda y le saco el cuchillo, diciendo:
—¡Esto es un atraco! Danos el dinero que tengas.
Matilde se quedó perpleja, pero gracias a llevar tantos años en la tienda reaccionó muy rápidamente, dando un manotazo a María en el brazo, haciéndola soltar el cuchillo.
—¡Pero de que vais! —les dijo—. ¡Salir ahora mismo de la tienda o llamo a la policía!
Manolo, que estaba rabioso por la valentía de Matilde, saco la pistola y dijo:
—¡Danos el dinero o te vuelo la cabeza! —le temblaba el pulso y se notaba que el arma  le bailaba en su mano.
—Manolo no lo hagas, —le chillo María — ¡Vámonos, que ya tenemos bastante!
Comenzó a dar la vuelta al mostrador, para tirar de Manuel y llevárselo.
Matilde aprovecho el momento, para quitarse del mostrador y ese movimiento repentino hizo que Manolo apretara el gatillo.

 JLdurán



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